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Discurso de CARLOS LUIS MENDOZA como MEJOR EGRESADO año 2001

Con Profunda emoción he contemplado desde este sitio el rostro de satisfacción y orgullo de los familiares y amigos que nos acompañan en este acto, al escuchar el nombre de sus hijos, esposos o padres, y verlos recibir el diploma que nos otorga el título de Abogado, realizando de esta manera el sueño que probablemente se habrán forjado desde nuestro mismo nacimiento.

Quisiera en este momento convertirme en la voz de todos y cada uno de mis compañeros para expresarles desde lo mas profundo de nuestros corazones la eterna gratitud por toda la comprensión y el apoyo constante que siempre nos han brindado, sin lo cual ningún éxito hubiéramos alcanzado.  

No puedo dejar de recordar en este momento a una persona a quien no podré abrazar al concluir este acto, pero estoy seguro que desde el cielo me estará bendiciendo y augurando éxitos, y a través de estas palabras que las pronuncio con unción y respeto quiero decirte querido papá, jamás olvidare las enseñanzas y los buenos consejos que me diste, y que por sobre todas las tentaciones que surjan a cada paso, la honestidad será siempre el norte de mi derrotero. A mi abnegada madre Amalia y a mis hermanas María del Carmen y Pelusa solo les puedo decir que nunca podré terminar de agradecerles por todo lo que me han dado.

A mis hijos Laura, Jazmín, Carlos, Aníbal y Moisés quiero prometerles que haré todo lo posible para que estén orgullosos de su padre y trataré no defraudarlos. A Blanca muchas gracias por cuidar y educar a nuestros hijos.

Cuando en el año 1.996 iniciaba mis estudios en la vieja facultad ubicada sobre la calle Mcal. Estigarribia y Yegros, conocida también con el nombre de CASA SOLARIEGA DE LA CULTURA PARAGUAYA, no esperaba que al concluir los mismos tuviese el honor de ocupar esta tarima en la condición de mejor egresado de esta promoción, que lleva el nombre de un insigne maestro, que convirtió a la docencia en un verdadero apostolado y forjó a numerosas generaciones que vieron conjugarse en la persona del Prof. Dr. Dionisio González Torres al sabio, al maestro y al amigo.  

Pero si debo ser acreedor de esta distinción, la acepto humildemente, en la seguridad de que el estudio, la dedicación y la perseverancia han sido los pilares de este galardón, que les prometo, sabré honrar con todas las fuerzas de mi espíritu.

Apreciados Compañeros: El diploma que acabamos de recibir nos confiere el titulo de Abogados, profesión que los pusilánimes y cobardes han envilecido hasta convertirla en motivo de bromas y desconfianza.

Nuestra obligación, como jóvenes abogados, deberá ser volver a ubicarla en lo mas alto de la consideración social, lo cual solamente lo conseguiremos poniendo en práctica aquellos principios inmanentes que nos enseñara el Jurista romano Ulpiano: VIVIR HONESTAMENTE, DAR A CADA UNO LO SUYO Y NO DAÑAR A LOS DEMAS. Apenas tres requisitos, pero que difícil de aplicarlos.

Ingresamos al mercado laboral en uno de los momentos mas críticos de la historia de nuestro país, sumido en profundas crisis provocadas por gobernantes que no han sabido comportarse a la altura de las circunstancias, olvidando que la palabra mandatario significa cumplir con el mandato conferido por el pueblo a través del contrato popular del voto, y que en ninguna de las cláusulas se establecía que tenían licencia para robar y mancillar el nombre del pueblo paraguayo.

En este contexto anhelamos un Poder Judicial libre e independiente, con magistrados con coraje que puedan aplicar la misma ley para todos, y que la venda de la diosa astrea sirva para garantizar el justo equilibrio de la balanza de la justicia y no para ocultar el guiño complaciente al recomendado o al amigo.

Precisamos de una mayor y mejor producción legislativa, con leyes de profundo contenido social, sin importar de que color o quienes la proponen, pero eso solamente será posible cuando el parlamento esté integrado por paraguayos que quieran y amen a su país, y no como ahora, integrado por correligionarios y mercaderes que piensan primero en los negocios que les reporta el cargo, luego en sus parientes y amigos, y, si les queda tiempo, piensan en el pueblo.

Por ultimo, deseo que los estudiantes que están iniciándose en esta carrera tengan una mejor orientación de los profesores que integran el claustro docente, conformado en su mayoría por verdaderos maestros del derecho, entre los cuales no podemos dejar de mencionar a nuestro ilustre padrino de honor el Prof. Dr. Carlos Mersan, quien, con puntual asistencia nos supo trasmitir sus profundos conocimientos del derecho tributario pero a la vez, y es justo decirlo, están los otros, los eternos ausentes de aulas, pero los primeros en aparecer en las fotos o en los compromisos sociales haciendo gala de su condición de docentes de la Facultad de Derecho, y que por un egoísmo enfermizo no son capaces de transmitir sus conocimientos por temor a que sus alumnos sean mejores que ello, cuando que esa debería ser la meta de toda persona que se considere buen profesor.

Compañeros: El ejercicio de la profesión muchas veces nos encontrará como contrapartes, que la amistad que hemos sabido cultivar a lo largo de estos años de estudio no se vea empañada por un deseo de triunfo a costa de ella, apelando a recursos impropios, que no condicen con el juramento que hoy hemos pronunciado, para que se cumpla en nosotros aquel viejo anhelo del insigne maestro Eduardo Couture, que en el último de los párrafos de su famoso decálogo decía:       “Ama tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día que tu hijo te pida consejo sobre su destino consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”, y de esa manera cumpliremos en nosotros mismos aquella máxima inmortal que nos fuera legada por el jurista Ives Grandia Da Silva que dice: “ Tu pasión por la abogacía debe ser tanta que nunca admitas dejar de abogar.

Y si lo hicieres temporalmente mantente en la aspiración de retorno a la profesión. Solo así podrás decir a la hora de tu muerte: “cumplí mi tarea en la vida. Perseveré en mi vocación.                 FUI ABOGADO.                 MUCHAS GRACIAS.